lunes, 20 de noviembre de 2017

Senegal, otra vez...

Hace unos meses, hablando de nuestro trabajo en Senegal con un amigo, me contó una historia. Había una vez un hombre que, al ver que un pantano se secaba y los peces empezaban a morir, comenzó a rescatar algunos metiéndolos en un barreño de agua. ¿Para qué te molestas, si no puedes salvarlos a todos?, le preguntaban. Es cierto, contestó el hombre, pero que le pregunten a un pez del barreño si ha valido la pena mi esfuerzo. Es el resumen perfecto de lo que es la cooperación.


Cuando hace un año emprendía mi primer viaje a Senegal era todo ilusión. Tenía ganas y miedo a partes iguales. Temor a no estar a la altura y derrumbarme, a no saber resolver, miedo en definitiva a lo desconocido. Una vez aquí las dudas se despejan, te pones a trabajar y los días van pasando sin darte cuenta. El ambiente de trabajo es tan fantástico que, en un par de días tienes la sensación de haber convivido con tus compañeros toda la vida. A nivel personal resulta duro en ciertos momentos; se echa de menos a la familia y las comodidades a las que estamos acostumbrados en nuestro primer mundo. Tienes que ser fuerte emocionalmente y asumir desde el primer momento que no vas a poder resolverlo todo. Pero desde el primer momento supe que repetiría.

No es fácil volver. La ilusión sigue siendo muchísima pero los ojos con los que miras son más críticos. Te das cuenta de que es difícil cambiar las cosas. Que un año después todo sigue igual. O peor. Y sin embargo, muchos repetimos. ¿Estaremos locos?

Yo creo que nos hacemos adictos. Adictos a esas miradas que lo dicen todo sin pronunciar una palabra. Adictos a esas manos que te agarran las tuyas mientras te dicen Yereyef (gracias). Adictos a esas lágrimas que asoman a los ojos de una madre cuando le das los medicamentos que van a ayudar a su hijo. Adictos a los niños que nos gritan toubabs (blancos) por la calle y nos van chocando las manos. Adictos a ser una gota de agua pero esperando llegar a ser la gota que rebose el vaso.

Por eso estamos aquí. Porque nos hemos vuelto adictos y no encontramos la manera de curarnos.
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